Autores
Manuel González de Ávila
Palabras clave
Percepción, iconicidad, teoría de la correspondencia, nominalismo, relativismo epistemológico

27 diciembre, 2012

Cita

Desde hace algunos años se ha trabajado mucho sobre las relaciones entre percepción y lenguaje, según tres grandes ejes que se inscriben cada uno de ellos en un dominio de las ciencias cognitivas.

El primer eje concierne el problema de la morfogénesis y de la semiogénesis lingüísticas a partir de las estructuras y de los procesos de la percepción visual. Tres disciplinas, las neurociencias, la psicología experimental y las teorías morfodinámicas, exploran ese lazo genético entre visión y lenguaje, de donde han emergido diversas hipótesis científicas. Las más interesantes, desde mi punto de vista, son las diferentes formas de neo-localismo o de espacialismo que descansan sobre el principio general de una iconicidad de las lenguas naturales respecto de las leyes de la percepción y del aparecer fenomenal (…) Se daría así un vínculo icónico entre los procesos enunciativos y los procesos perceptivos: los contenidos semánticos figurativos serían imágenes mentales de estructura más o menos icónica.

Pierre Ouellet, Poétique du regard. Littérature, perception, identité, Montréal-Limoges, Presses du Septentrion/PULIM, 2000, p. 195.

Glosa

El éxito que ha conocido la especie humana a la hora de controlar su medio natural, y el desarrollo de la cultura como patrimonio de información no hereditaria que las generaciones se legan las unas a las otras, resultarían incomprensibles si el lenguaje fuera, como sostienen los nominalistas, los convencionalistas y, en general, los relativistas epistemológicos, un artefacto arbitrario sin correspondencia con la realidad. La realidad está encarnada en el lenguaje y este inscrito en la realidad, y entre ellos, que son dos caras de un mismo modo de ser, de un mismo modo del ser para los hombres, se da un conjunto de mediaciones que conservan lo esencial, el eidos de la humana experiencia del mundo. La cosa que percibimos, el percepto que nuestros sentidos elaboran de ella, la imagen mental provocada por el percepto y el nombre, concepto o categoría que le asignamos aparecen atravesados por una isomorfía estructural, por una identidad de configuración que nos permite comunicar un rastro de caza, enseñar a un niño a montar en bicicleta o leer la La montaña mágica y entender su universo de ficción, ocupaciones muy dispares que se vendrían abajo si no pudiésemos elaborar una síntesis coherente de lo que hacemos, pensamos y decimos al entregarnos a cada una de ellas. El lenguaje humano, y los procesos sensoriales, perceptivos y cognitivos a él asociados, son icónicos respecto de lo real, y adecuados respecto de la acción humana en el mundo. Las variaciones culturales, los errores, las mentiras y las fabulaciones no ponen en cuestión ese principio fundamental de la iconicidad del lenguaje; tan solo sujetan su operatividad a una ontología flexible, y emplazada en la historia, en el espacio y el tiempo de los hombres.