Autores
Manuel González de Ávila
Palabras clave
Escritor, ciencias sociales, objetivación, existencia

3 diciembre, 2011

Cita

«Soy consciente de la torpeza de mis metáforas. Pero, ¿qué importancia tiene? Por un lado, cualquier estudio sociológico sobre la medicina rural podría ser mucho más útil y por el otro, los análisis estadísticos sobre el grado de satisfacción expresado por los pacientes tras diferentes formas de tratamiento podrían ser más reveladores. En ningún modo niego la utilidad de estas prácticas —en realidad me he valido de muchos de sus hallazgos para escribir este ensayo—, pero lo que intento definir aquí son unas relaciones a las que todavía no se puede llegar mediante el análisis de encuestas sociológicas o estadísticas.

John Berger, Un hombre afortunado, Madrid, Alfaguara, 2008.»

Glosa

Tal vez la actitud media de hombre de letras respecto de las ciencias sociales no pueda ser mejor expresada de lo que lo es por John Berger en estas líneas. El reconocimiento, que el lector percibe como sincero, del poder objetivador de las prácticas científicas queda limitado por la ostensión de un “algo” que las ciencias sociales no logran describir, y que sí es capaz de “definir” —el término puede parecer un poco exagerado— la literatura. La escritura inespecífica, la textualidad que combina, como lo hace Un hombre afortunado, la biografía con el ensayo, el ensayo con la heteroglosia de la novela, y la novelística pluralidad de lenguas con la tensión lírica y su intención trascendente, colman los intersticios dejados entre respuesta y respuesta por las encuestas, y entre cifra y cifra por las estadísticas; y, al hacerlo así, cambian el sentido mismo de los datos y naturaleza de la investigación. Berger ha leído los documentos científicos disponibles sobre su asunto (el denso y arriesgado ejercicio de la medicina rural), pero ha escrito un relato que revela la cara oculta de la objetivación protocolaria, mostrando el proceso en la estructura, y la existencia en la esencia. Con gran honestidad, ha evitado confundir la literatura con la ciencia, limitándose a no olvidar las lecciones de ésta, y consiguiendo que en su escritura aliente también una pretensión de veracidad.