Autores
Amelia Gamoneda
Palabras clave
Pre-representaciones mentales, pensamiento poético, extrañamiento, mimesis

20 septiembre, 2011

Cita

El neurobiólogo Jean-Pierre Changeux[1] –estudioso particularmente interesado por los procesos mentales en el acto creador– explica que nuestro cerebro produce “objetos mentales”, representaciones del mundo que en un primer estadio cabe llamar pre-representaciones, y que son “estados de actividades colectivas y coordinadas de grupos de células nerviosas”[2] o neuronas. “Unas veces estas actividades se encuentran en contacto directo con la ‘experiencia’ sobre el mundo exterior, otras surgen de manera espontánea, derivan de la phantasia”[3]. Y añade Changeux: “El carácter disperso y multimodal de las neuronas que participan en estas asambleas les confiere propiedades asociativas muy ricas, permitiendo su encadenamiento y sobre todo su combinación. Esta actividad recombinadora, generadora de hipótesis, representaría en este nivel un mecanismo de diversificación esencial, fuente de inagotable creatividad. Estas imágenes [de la actividad neuronal], capturadas por la máquina de positrones, la electroencefalografía o la resonancia magnética, son encarnaciones del sentido, signaturas materiales de estados mentales.”[4]

[1]Vid. Jean-Pierre Changeux: Razón y placer, Tusquets, Barcelona, 1997

[2] Ibid., p. 168.

[3] Ibid., p. 168.

[4] Ibid., p. 168.

Glosa

Éste es un momento importante del pensamiento, y se produce tanto si es un pensamiento poético como si es lógico o científico.

Dichas pre-representaciones son objetos mentales no estabilizados, y, en el pensamiento lógico, su diversidad será sometida a un proceso de selección darwiniana, lo cual quiere decir que sólo unos pocos objetos mentales, los más adecuados, sobrevivirán. El pensamiento lógico que opera en la comunicación entre los humanos decidirá la estabilización de las pre-representaciones en función de su adecuación a las señales recibidas del mundo exterior, y también remitiéndolas a procesos de evaluación que son creados por el propio sistema neuronal y que tienen que ver con la memoria, con huellas materiales estables de contactos sinápticos que vamos acumulando –a base de experiencia– en los receptores neuronales desde nuestra más tierna infancia 1. Tales sistemas de evaluación producirán en el sujeto una sensación subjetiva de agrado o de desagrado, pues estos mecanismos están también conectados al sistema límbico, que rige nuestras emociones. Cuando el pensamiento –todo pensamiento– retiene ciertas pre-representaciones u objetos mentales y no otros es porque existe esa sanción interna de signo positivo y finalmente placentero. Hay pues placer en todo tipo de pensamiento. Pero ¿cómo deslindar entonces el placer del pensamiento lógico y el placer estético del pensamiento poético-artístico? En primer lugar, hay que decir que cuando el poeta (o el artista) retiene ciertos objetos mentales y no otros para el desarrollo de su arte, la sensación hedónica específica de ese ejercicio no está siempre derivada de la evaluación que confronta las pre-representaciones producidas por la creatividad con las inscritas en la memoria y patrones fidedignos del mundo real. Puede haber otro tipo de evaluaciones menos claras, más provisionales. Y es en esa posibilidad donde reside la especificidad del pensamiento poético que me interesa abordar.

Es cierto que en otros tiempos –aunque también ocurre en cierta poesía actual– la sanción positiva y hedónica de las pre-representaciones poéticas venía de una adecuación de su forma a las reglas poéticas imperantes en el momento cultural y reconocibles en la memoria del poeta como modelos (el caso, por ejemplo, de la poesía clásica). La revolución del pensamiento poético 2 a la que me he referido antes significa que la sensación placentera interior puede venir de la ruptura de dichas reglas (y es, naturalmente, el caso de las vanguardias); la sensación placentera no provendrá ya de un ajuste a ciertos patrones o huellas en nuestra memoria: el arte buscará, precisamente, el menor grado de reconocimiento y el mayor grado de extrañamiento; el placer estético vendrá ahora del extrañamiento o de su aspiración a parecerse a modelos que le son completamente heterogéneos: es, por ejemplo, el caso de la asimilación del lenguaje a la música que pretendía el simbolismo; el placer puede también proceder de la expresión de lo inconsciente, como en la poesía surrealista, o de una exploración de los ritmos corporales. La desafección de los modelos impresos en nuestra memoria es apertura hacia otros tipos de placer no derivados de la mimesis: el placer estético no es hoy ya un placer de mimesis.

1 Vid. Ibid., p. 169.

2 Permítaseme utilizar en tono menor el título debido a Kristeva.

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